Julian Apasa
“Tupaq Katari”
“A mí solo me matarán, pero,
¡¡¡volveré y seré millones!!!”
W. Jony Rodríguez Arizaca / losandes.com.pe
Hasta ahora, ni la mejor y más nutrida documentación
[1] respecto a éste mártir de la historia Aymara, ha podido demostrar el lugar
de su nacimiento.
A
mí solo me matarán, pero, ¡¡¡volveré y seré millones!!!
Fue el 13 de marzo de 1781, que por primera vez en la
historia colonial llega a oídos receptivos de los españoles, el nombre de
“Tupaq Katari”; a raíz de una interceptación de las cartas de proclama,
descubierta por parte del cura de Viacha; pues, hasta entonces, sólo se
señalaba a Túpac Amaru II, como el único autor del levantamiento armado.
En
adelante, sus detractores españoles; contemporáneos a él –tales como
el brigadier Sebastián de Segurola y el sacerdote Matías Borda[2]– siguiendo la
tendencia sistémica de los historiadores y comentaristas españoles de las
sublevaciones indígenas de 1780-1781, presentarían a Julián Apasa, como a un
indio ignorante, bruto, infame, vicioso, sombrío, ridículo, de familia
incierta, en embriaguez constante, mujeriego, analfabeto y por último, un
hombre feroz, sanguinario y un advenedizo que se puso el nombre de “Tupaq
Katari”.
Pero ¿quién fue realmente este hombre que dijo: volveré
y seré millones? ¿Dónde fue su nacimiento?, ¿Por qué inició su lucha en el sur
puneño? y ¿Cuál fue realmente su origen y ascendencia? son algunas de las
preguntas que quisiéramos abordar en el presente artículo.
Además, ¿Cómo creer que un inmoral podría tener la
facilidad de ponerse a la cabeza de la indiada?, ¿Quién creería que un borracho
pueda dirigir una guerra de tamaña magnitud como para su época? y ¿Un
analfabeto podría haber firmado como virrey Tupaq Katari en sus manifiestos y
pronunciamientos político-militares?
Sinceramente que, eso no es posible desde la
perspectiva y la idiosincrasia indígena aymara. Allí, los líderes son elegidos
desde la base. Ahora de que hayan juzgado y sentenciado con tales calificativos
y ridiculizaciones, es natural, pues, no hubo odio colonial más grande que el
vertido en estas tierras contra este hombre, con tal de acallar su feroz
conducta guerrera.
Se llama Julián Apasa Nina, éste mártir de la historia
aymara. Un individuo humano dotado de una sabiduría tenaz, capaz y sagaz para
dirigir la guerra comunitaria de ayllus para la época.
De él y su causa india, se han ocupado muchos, sólo
basta mencionar los nombres de Daniel Valcárcel, Luis Durand Florez, Boleslao
Lewin, Jorge Cornejo Boruoncle, Lillian Estele Fisher, Oscar Acevedo, Alipio
Valencia, Oscar Cornblit, María Eugenia del Valle de Siles, Augusto Guzmán,
Roberto Quila Luna, Marcelo Grondín, Felipe Quispe Huanca, ScarlettO’phelan
Godoy, Ramiro Reynaga, Sinclair Thomson y tantos otros. De ellos, unos se inclinan
en afirmar que nació en el actual Cantón de AyoAyo (Bolivia), otros, tan
solamente hablan a partir de su infancia; y, otro puñado de historiadores
sostienen que era originario de Chucuito (Perú) como veremos más adelante.
Pero ante todo, pueda que estas afirmaciones, suenen
un tanto etnocentristas y ponga de pelos a más de un lector tanto peruano como
boliviano. En fin; son afirmaciones que se amparan rigurosamente en la
documentación pertinente, y las fuentes bibliográficas que manejamos.
Por lo demás, suficiente ha sido el pleito generado
por corrientes chauvinistas en afán de apoderarse de cuanto patrimonio
altiplánico existente tal como sucedió con la diablada, la morenada y el
charango. Más bien, este artículo, obedece únicamente un fin ilustrativo ya que
mucha gente, sobre todo la niñez y los escolares viven ajenos a la historia
india.
Por lo tanto, es menester aquí, conocer algo de la
vida del gran “Tupaq Katari”, prócer de la gran Patria Collavina que desde
luego, constituye un deber para todo indígena.
Entrando al tema, sus más próximos biógrafos, entre
ellos el boliviano Ramiro Reynaga (1989: 124) afirma que nació en la población
de JayuJayu del territorio de Chucuito. Parecidamente Boleslao Lewin (1963),
sostiene que era originario de este lugar, vale decir de Chucuito. Y, Felipe
Quispe Huanca[3], también boliviano, añade que era hijo de Nicolás Apaza y
Marcela Nina, ambos naturales de Chucuito y que murieron ellos cuando Julián
Apaza tenía alrededor de 7 años. Asimismo, no faltaría un peruano, el malogrado
historiador puneño, Alfonso Torres Luna, quien también afirma que Julián Apaza
era natural de Zepita (Puno)[4].
Entonces, ¿Será que estos historiadores hayan manejado
otras fuentes no conocidas por nosotros?, ¿Acaso el puneño Alfonso Torres Luna
tuvo acceso a otras fuentes para su época, como archivero que era?, ¿habrá
algún otro historiador que clarifique esta biografía oscura de este caudillo y
verdadero estratega del ejército indígena con presencia en Puno?
Seguramente que sí. A nosotros simplemente, esa
búsqueda de alcanzar respuestas, ha hecho que topemos con variada información
bibliográfica y con unos archivos valiosos para el caso, hallados en el archivo
de La Paz, Bolivia, cuyo resumen comparto en las siguientes líneas.
Se trata de documentos fotocopias sacados del Archivo
General de Indias-Sevilla, donados por la señora María Eugenia del Valle de
Siles en 1991, en ella obra el legajo personal de este rebelde, los testimonios
de sus confesiones y sentencia que se pronunció contra él [5], y, por ella
sabemos que efectivamente, Julián Apasa fue indio forastero registrado en la
jurisdicción del Cantón JayuJayu de la hoy provincia de SicaSica (La Paz,
Bolivia).
De su nacimiento, nada podemos corroborar con
exactitud por carecer de documentos que prueben el lugar de su nacimiento. Solo
se sabe que su padre y parientes tuvieron familias bilaterales en JayuJayu
(Chucuito) y JayuJayu (SicaSica) ubicado en la vera del camino a Potosí.
Los testimonios sobre su vida, indican que el niño
Julián no pudo ni conocer bien a sus padres, pues, estos habían sido
exterminados en las minas de Potosí. Seguramente que vino al mundo en la época
en que sus padres y abuelos sufrían abusos extremos, y ello sería más o menos
hacia 1750, según cálculos de 1781, en que se le daba 30 años de edad a este
rebelde.
Sintetizando, el archivo consultado, se podría opinar
tres puntos:
1).- que Julián no nació en JayuJayu (Bolivia) o simplemente no quiso declarar su lugar de nacimiento. Y si fue lo contrario, ¿por qué, no se halló registro de nacimiento en la jurisdicción cuando toda vez, su padre e incluso él mismo estaba relacionado con la iglesia y con el cura?, ¿en dónde fue puesto el nombre cristiano de Julián? ¿Cómo sin estos datos pudo contraer matrimonio con la mestiza Bartolina Sisa?
1).- que Julián no nació en JayuJayu (Bolivia) o simplemente no quiso declarar su lugar de nacimiento. Y si fue lo contrario, ¿por qué, no se halló registro de nacimiento en la jurisdicción cuando toda vez, su padre e incluso él mismo estaba relacionado con la iglesia y con el cura?, ¿en dónde fue puesto el nombre cristiano de Julián? ¿Cómo sin estos datos pudo contraer matrimonio con la mestiza Bartolina Sisa?
2).- que Julián fue de un lugar incierto tal como los
documentos de la época lo atribuyen: indio forastero. En otras palabras no era
originario de ese lugar AyoAyo de la provincia paceña de Bolivia, pues el mismo
término forastero lo dice. Los rumores de que haya sido tributario del ayllu
Sullkawi, es porque se halló algún indicio pero que nunca tributó, razón por
ello que su esposa, doña Bartolina Sisa fue a la prisión por cinco veces
consecutivas [6].
3).- El levantamiento de Katari no fue ninguna
improvisación. Según declaración de Bartolina Sisa, su esposa, el laborioso
trabajo clandestino de concientización, preparación y organización
político-militar, le llevó diez años [7]. Por lo mismo que, durante la guerra
tomó varios nombres como Nina Katari[8].
Felipe Quispe Huanca (2007), narra que, “Tupaq Katari
viajo bastante a las comunidades y haciendas de Umasuyus, Larecaja, Chulumani,
Pacajes, Puno, Chucuito, Santiago de Waychu, Qaqiawiri, Inquisivi y otros, a
fin de relacionarse aún más con los importantes y principales, alcaldes
mayores, kuracas, jilaqatas, mandones comunales, y así buscar dirigentes que
tengan esa pasta de combatiente. Para ello ha tenido que buscar un hermoso
disfraz, y el papel de comerciante, a fin de no despertar sospechas de los
hacendados españoles”.
En verdad, eso tenía que haber sucedido así, pues el
concejo de los Ulaqa[9] había conferido la región periférica del lago Titiqaqa
y las faldas de Illimani y Illampu a TupaqKatari[10] con la consigna que comande
y tome Puno, Sorata, Laja, Viacha, JayuJayu, SicaSica, Chulumani, Achacahi, La
Paz, etc. hasta llegar a Azángaro[11].
Seguramente que Julián, caminó todos estos lugares y
distancias a pie; ida y vuelta. Pues como indio le estaba prohibido que monte
caballo. Además, se cuenta que muchas veces, en el camino tuvo que trabajar por
la comida y otras, las pasaba sin probar alimento alguno, con tal de tejer y
hermanar a indios de regiones distintas. Por lo tanto, su presencia en Puno,
fue porque hubo esa preparación anticipada.
Además, según el historiador indio conocido como “el
Mallku” (2007: 41), “antes de la toma a Puno, Nicolás Apaza (tío de Julián) y
Andrés Wara viajan a Puno y Chucuito llevando consignas preparatorias”.
De esta manera cuando se declara la guerra, todos los
pueblos de la antigua provincia Lupaca de Chucuito, se levantaron adhiriéndose
a la causa y engrosaron las filas del ejército revolucionario. Los indios del
CollaoIlave, Ácora y todo el sur altiplánico se plegaron a las tropas de Katari
(D. Llanque, 1990:33). “Al parecer sólo aceptaban órdenes del aludido Túpac
Catari… era frecuente oír en esos trances que los rebeldes proclamaban “Rey a
Katari”, aludiendo sin duda a Túpac Catari… en Ilave le fue harto clara la
proclamación de rey a Túpac Catari lo cual tuvo que causar justificado pesar”
(J. J. Vega.2003).
En efecto, se había iniciado el asedio a Puno desde el
Desaguadero y marcharon hacia la ciudad lacustre de San Carlos.
D. Llanque Chana, dice: “Katari, contando con el apoyo
de los ilaveños y acoreños, arrasó Chucuito en mayo de 1781. Luego sitió la
ciudad de Puno el 23 de mayo después que Diego Tupaq Amaru se había
retirado”[12].
J. Alberto Cuentas, narra igualmente que “los indios
de Ilave y Ácora al marchar sobre Puno incendiaron totalmente la ciudad de
Chucuito donde existía el mayor número de españoles”[13].
Enrique Cuentas Ormachea, en Prólogo a Puno Histórico
de Alfonso Torres Luna (1968), describe la heroica resistencia de los puneños
al mando de don Joaquín de Orellana cuando la población sufrió el asedio de las
numerosas fuerzas indígenas de TupacCatari y otros mandos.
El mismo corregidor de Puno Joaquín de Orellana
reconoce y dice: “Los de Chucuito, comandados a lo que se cree por Catari,
conforme a un pasaporte que libró en la capital de dicha provincia, se
mantienen hasta ahora en distancia de un cuarto de legua de esta villa, con la
mayor osadía, saliendo algún otro día a provocar a los de la caballería, con
quienes han trabajado alguna vez sus escaramuzas. He deseado mucho castigar el
atrevimiento de estos malvados, y aunque bien podría lograrlo con un asalto
repentino, he tenido por conveniente reservar los escasísimos pertrechos, con
que me hallo, para el caso de ser nuevamente atacado dentro del pueblo”[14].
Sin embargo, a pesar de estas fuentes, hay quienes
creen y sostienen que no estaba Tupaq Katari en persona en las revueltas del
hoy provincias del sur puneño y en las sucesivas tomas de la ciudad de Puno; se
cree que, por esas fechas se encontraría dirigiendo el cerco a La Paz y que en
uno de sus declaraciones en juicio lo habría dicho así.
Naturalmente, Katari aprendido de la lucha armada
tenía formas miméticas para engañar al enemigo, y tenía que negar todo, para no
involucrar a los otros mandos. No es casual que, muchos de los generales del
ejército aymara actuarán con el seudónimo de Katari.
Algunos
registros de las fuentes coloniales indican por ejemplo que Andrés Guara
comandaba la tropa india “Con título de Catari”, el acoreño “Isidro Mamani
atacó con el título de Virrey de Túpac Catari” (Valcárcel, 1974:306), lo mismo
Pascual Alarapita, se sobrepuso el nombre Tupaq Katari, al igual que Tupaj Nina
Katari quien dirigió los rebeldes de Juli, se habla también de otro Puma Katari
y, Juan Mamani Tupaj Katari, que tenía el control de las vías a Arequipa en los
pueblos de Mañazo; así como el otro Virrey rebelde de la Provincia de Chucuito
quien se llamaba “AriquitipaTupacCatariYnga” (JanSzemiñski. 1983:74). Lo propio
hacían también los parientes colaterales de José Gabriel Túpac Amaru, cuando, a
su muerte, continúan comandando las sublevaciones.
Fue el 13 de noviembre de 1781 la fecha fatídica para
Tupaq Katari. Al igual que Tupac Amaru, sufrió la suerte atroz que corrió su
antecesor, víctima de un engaño y cobardemente traicionado nada más que por su
colaborador Tomás Inca Lipe[15], fue entregado a los realistas, en la comunidad
de Chinchaya.
Así, en una ceremonia brutal, llevado a cabo en nombre
de Dios y del Rey de España, ante una congregación masiva de aturdidos indios de
toda la región circunlacustre, fue condenado a muerte. Su cuerpo sería
descuartizado, y su ejecución sería efectiva el 15 de noviembre del mismo año,
en la plaza de la comunidad de Peñas (Cajamarca), llamado también hoy el
santuario de Nuestra Señora de las Peñas, situada en el altiplano de la hoy
estado plurinacional de Bolivia.
La sentencia se cumplió no sin antes ser sometido a
una despiadada tortura; se martirizó peor que al líder de los judíos llamado
Cristo. Pues querían por este medio arrancarle los secretos de su organización
política, militar y religioso, querían hacerle declarar en donde había
escondido los tesoros recuperados de los hacendados y terratenientes españoles.
Katari no habló la verdad, pese a ser reducido en la
prisión a las peores presiones físicas, psíquicas y morales; decidió morir
destrozado y despedazado, pero preñado de muchos secretos y planes militares
para siempre (Felipe Quispe Huanca, 2007: 112).
Primero le cortaron la cabellera larga que simbolizaba
la energía y rebeldía que tenía Julián, luego le arrancaron las uñas,
procedieron a cortarle la lengua, que simbolizaba acallar su voz y mensaje de
rebelión; luego, procedieron al suplicio y destrozo de su cuerpo cobrizo aún en
vida, por la fuerza de cuatro caballos atados a sus cuatro extremidades.
Pero, antes de ser cortada la lengua dijo: “A mí solo
me matarán, pero, ¡¡¡volveré y seré millones!!!”.
Según crónicas, al tiempo que cuatro caballos
destrozaban en pedazos el cuerpo de Julián Apasa en dirección de los cuatro
puntos cardinales. El grito acongojado de la muchedumbre respondía impotente a
aquél primer grito.
Su cuerpo despedazado en porciones y dividido por sus
extremidades, fue expuesto por todo el territorio del Qullasuyu en señal de
escarmiento a los indios rebeldes. Su cabeza fue expuesta en el cerro de
K’iliK’ili (La Paz), su brazo derecho en AyoAyo, el izquierdo en Achacachi; su
pierna derecha en Chulumani, y la izquierda en Caquiaviri.
Más tarde, Su esposa Bartolina Sisa, siguió el mismo
destino el 5 de septiembre de 1782, moriría también con espeluznantes detalles
de tormento, estrangulada por los mismos verdugos que terminaron con la vida de
su compañero de vida. Lo mismo ocurrió con su hermana Gregoria Apasa; junto a
todos ellos un hijo de Tupaq Katari y Bartolina Sisa, de diez años de edad, fue
aprehendido y nunca más se supo de él.
Pasado el tiempo, en el Perú, la posteridad no siempre
ha sabido ser grata con este héroe de tanta prestancia. Total es personaje
indio, seguramente. Ojalá alguna vez, otra generación con identidad aymara haga
un justo homenaje.
Más bien, es en la parte boliviana que existe una
identidad confesa y por ende una diversidad de instituciones, desde una
universidad hasta una nave satelital de telecomunicaciones que lleva el nombre
de Tupaq Katari y que fue lanzado desde el continente asiático, al otro lado
del mundo.
En la Región Puno, pareciera que solamente es usada
por masas de huelguistas y politiqueras que traen a la memoria el nombre de
Tupaq Katari para arengar y vitorear en sus movilizaciones.
Sólo se sabe que un sólo colegio lleva el nombre de
Katari, allí en el poblado de Villa de Socca del distrito de Ácora, los demás,
son una que otra organización de campesinos que se identifican con este
insobornable líder aymara, aunque en los últimos tiempos se viene gestando una
organización Política cultural que lleva el nombre de Movimiento Katarista del
Perú.
Ø [1] Boleslao Lewin (1943 y 1963)
y María Eugenia del Valle de Siles (1990).
[2] Diario de los Sucesos del Cerco de La Paz, de Don Sebastián de Segurola.
Editorial A. Franck, Paris, 1872. Págs. 10 y 216.
[3] TUPAK KATARI. VIVE Y VUELVE, 2007pág. 29.
[4] “indio pobre y desconocido, natural de Puno, que de sacristán y peón de
hacienda llegó a capitalizar los anhelos de libertad de los naturales, y,
ayudado por otro indígena llamado Marcelo Calle adquirió una autoridad tan
inmensa que puso a su devoción a Omasuyos y Chucuito y otras provincias, y que
para alcanzar mayor respeto y devoción hacia su persona adoptó el nombre de
TupacCatari”. Puno Histórico, [1935?] (1968, pág. 233).
[5] Puede consultarse también Archivo General de la Nación, Bolivia, Folios
codificados con IX, 7-4-2.
[6] Sinclair Thomson, 2010. Pág. 254.
[7] Archivo General de las Indias. Buenos Aires 319, Cuaderno N° 4, Folio 59. Y
también el Archivo de María Eugenia del Valle de Siles, donado al Archivo de La
Paz, Bolivia.
[8] Felipe Quispe Huanca (2007: 39).
[9] Consejo de Guerra, conformado por ancianos.
[10] Ibídem: “En la región noroccidental tenía que hacer lo propio el InkaTupac
Amaru, tomar el Cusco. Y, lo mismo haría en la región sur-oriental el cacique
Chayanteño Tomas Katari para rodear y tomar a Chuquisaca, que era asiento de la
Real Audiencia de Charcas”.
[11] Felipe Quispe Huanca (2007: 108)
[12] “LA CULTURA AYMARA. DESESTRUCTURACION O REAFIRMACIÓN DE IDENTIDAD” 1990,
pág. 33.
[13] Álbum de Oro, Tomo I, pág. 106.
[14] Relación de Joaquín de Orellana, de sus expediciones, sitios, defensa, y
varios acaecimientos, hasta que despobló la villa de Puno. En: Relación
histórica de los sucesos de la rebelión de José Gabriel Tupac-Amaru, en las
provincias del Perú, el año de 1780, pág. 98.
[15] Este traidor, es recompensado: recibe dinero y una medalla de oro con el
real retrato de Carlos III, labrada en Potosí, por sus valiosos servicios al
ejército del Rey y del Dios. También ha recibido el nombramiento como alcalde
mayor de Achacachi y es posible que haya tenido una hacienda llamada “lipe”,
hoy llamada “Villa Lipe” perteneciente al cantón Santiago de Huata, Provincia
de Umasuyus (Felipe Quispe Huanca, 2007: 110)
Julián Apaza / Túpac Katari
Siglo
XXI, el retorno de Túpac Katari
Camilo Katari / Escritor e historiador potosino
La plaza de Peñas, en los aciagos días de noviembre de 1781, fue testigo de la
aplicada obediencia de poner ejemplo a los indios levantiscos, de mutilar sus
cuerpos, de acabar con la luz del inti, pero no lo lograron.
La
historia nos dice que el líder de la insurrección de Chayanta, Julián Apaza,
tomó el nombre de Túpac Katari tras las muertes de Túpac Amaru, con quien había
mantenido contacto, y del propio Tomás Katari, con el que encabezó el más
importante levantamiento indígena de la región aymara a principios de 1781.
Su movimiento buscaba la liberación de los indígenas
frente al yugo impuesto por las fuerzas coloniales españolas; durante ésta
insurrección, Katari puso en pie de guerra a más de 150 mil indígenas en toda
la región del Perú, La Paz, Oruro y los valles de Chayanta.
La luz ha vuelto y hoy quiere ser nuevamente eclipsada
con falsos debates de “capitalidad”, como en tiempos coloniales. En un país con
régimen de autonomías, un debate acerca de la capital es ocioso debido a que
existen muchas “capitales”, como pueblos existen en nuestro territorio
plurinacional, cada pueblo tiene su propio “centro”, su propia capital. El país
plurinacional ya no tiene un sólo centro.
Y si de capitales hablamos seguramente Peñas es la
capital de la memoria, porque día a día debemos recordar que allá hubo una
muerte que no fue, allí se trató de enterrar la cultura de la vida para que
impere la cultura de la muerte, allí rompieron el equilibrio de la Pacha.
Túpac Katari, con la inmensidad de su sacrificio,
señaló el camino. Casi un siglo después parte de su cuerpo fue reconstruido por
Zárate Willka y aportó su cuota de sacrificio, luego fueron los sindicatos
campesinos que se convirtieron en las venas revitalizadas de Katari, para que
finalmente las hojas de coca terminaran de juntar el cuerpo con la cabeza de
Túpac Katari y dar comienzo al Pachakuti.
Los que hoy quieren detener los pasos del Pachakuti
han ensayado muchas formas, una de ellas neutralizar la Asamblea Constituyente,
después discutir la “capitalidad”, luego dividir al país con una guerra civil,
se ensayó también la temeraria acción de eliminar al Presidente.
Hoy en tiempos electorales retoman los viejos temas y
las viejas tácticas, no tienen argumentos nuevos, no hay propuestas, solamente
la idea fija de terminar con este proceso que ha desafiado a toda la
‘intelligentzia’ colonizada de todos los colores.
¿Volver al pasado es legítimo? Claro que sí, en un
régimen democrático se confrontan las ideas y los hechos, se confronta la
colonialidad y la pigmentocracia con la dignidad y la identidad del secante
individualismo contra el sentido de comunidad, la concentración contra la
redistribución; la cultura de la muerte contra la cultura de la vida.
Estamos en los días en que se utiliza la confusión
como verdad, se trata de ocultar las historias pasadas y mostrarse como los
‘nuevos’ políticos, cuando son casi primos del tiranosaurio rex; barajan sus
posibilidades de encontrar una ‘Eva’ que les acompañe en su periplo electoral,
seguramente veremos desfilar nombres y apellidos de mujeres aymaras o quechuas
que serán los segundos globos de ensayo, porque los primeros ya fallaron.
La
virreina Bartolina Sisa
La virreina Bartolina, generala
en falda
Hernando Calvo Ospina
No hubiera tenido necesidad de sublevarse. Nació en 1750, un día de agosto, en
una pequeña comunidad del actual departamento boliviano de La Paz.
La
virreina Bartolina, generala en falda
Con sus padres recorrió aldeas y pueblos vendiendo
tejidos de lana, aunque en minas y campos tuvieron la mayor clientela: los
indígenas necesitados de la sagrada hoja de coca para mitigar la fatiga y el
hambre. Poca ganancia les quedaba al tener que pagar alto tributo, en
particular a los curas por la hoja.
El comercio salvó a Bartolina Sisa de estar entre la
servidumbre de los señores feudales, jefes militares o curas. Aunque desde las
primeras luces del siglo XVI los reyes católicos habían prohibido el
esclavizarlos porque tenían alma, millones siguieron muriendo sometidos.
Por eso, mientras Bartolina caminaba, compraba y
vendía presenciaba el estado de explotación, vejamen y miseria en que vivía la
casi totalidad de sus hermanos de raza.
Ella no tenía veinte años de edad cuando se
independizó de sus padres. Algo extraordinariamente extraño por ser muy joven y
mujer soltera. Bartolina, que era alegre, esbelta, de piel morena y ojos
negros, no necesitaba de un hombre para sobrevivir económicamente. Solo
requería de su complemento, como el agua y la tierra.
Esto lo encontró en el también comerciante Julián
Apaza, con quien pasó a compartir lecho, negocios, sueños y cuatro hijos.
Tiempo atrás había sido minero en Oruro. Debió dejar hasta la ciudad porque lo
iban a matar los patrones: organizaba a los indígenas para que rechazaran las
extenuantes jornadas de trabajo y el maltrato.
Hasta Bartolina y Julián llegaron las noticias sobre
los masivos levantamientos indígenas, de mestizos y criollos pobres contra el
injusto poder colonial. En Potosí los lideraba Tomás Katari; en Cuzco, al sur
de Perú, era José Gabriel Condorcanqui, llamado Túpaj Amaru II. Estas
sublevaciones terminaron de convencer a la pareja que se debía continuar organizando
a los suyos.
Su proyecto era sitiar a La Paz hasta que los
realistas se rindieran. El 13 de marzo de 1781, al frente de 20 mil hombres y
mujeres, empezaron las acciones militares. Para junio, casi cien mil rebeldes
se habían sumado.
Julián fue proclamado virrey del Inca, por lo cual
adoptó el nombre de guerra Túpaj Katari. Bartolina, por meritos propios, fue
ungida como virreina.
Bartolina era una generala en falda. Una jefa,
política y militar, que dispuso a sus tropas bajo tácticas novedosas: aunque
tenían la superioridad numérica, se debía compensar la falta de armas modernas.
El jefe militar español comprobó que era una mujer la
que estaba al frente de las fuerzas enemigas mejor organizadas. En mayo dispuso
de la mayoría de hombres y trató de romper el cerco comandado por Bartolina.
Tuvo que retirarse. En junio los realistas embistieron a las tropas de Túpaj
Katari. Ahí casi logran derrotarlo, al punto que el virrey inca debió ordenar
un repliegue que por poco termina en desbandada.
Llegaron refuerzos para los españoles. Estos trajeron
la experiencia obtenida en las guerras contra los hermanos Katari y Túpaj
Amaru. Ya sabían que no solo soldados era suficiente para la guerra, pues tan
importante era manipular la conducta del adversario para destruir su moral o
ganarlo.
Se empezó a expandir el rumor de que las tropas de
Julián estaban casi derrotadas. Que solo serían indultados aquellos que
ayudaran a la captura de los “cabecillas”.
Sin poder comprobar a tiempo los rumores, Bartolina decidió
el traslado de sus fuerzas hasta zonas más seguras. Tarde: algunos de sus
acompañantes la capturaron el 2 de julio de 1781 y la entregaron. Estos no
recibieron lo ofrecido, sino la cárcel y la muerte.
Los españoles seguían sin creer que una mujer, india,
además, los hubiera enfrentado con tal sagacidad. En su cultura patriarcal,
machista, la misma que fueron imponiendo desde 1492, la mujer solo presta
servicios.
En La Paz Bartolina fue recibida con insultos, escupos
y piedras. En los calabozos fue torturada y violada por haber humillado al
poder; luego para sacarle información sobre la insurrección. Ni una sílaba
dijo.
Trataron de utilizarla como carnada para capturar a su
marido. Bartolina, terriblemente flagelada, fue paseada cerca de la línea de
asedio de los indígenas, como prueba de que vivía. Se propuso intercambiarla
por un cura capturado, pero no fue aceptado. Julián comprueba que así él se
entregara, a ella no la dejarían libre.
El cerco a La Paz se reorganiza, pero 7.000 soldados
llegan para romperlo definitivamente. Tras un mes de intensos combates, lo que
no pudieron las armas enemigas lo logró otra traición: El 10 de noviembre Túpaj
Katari fue entregado.
Luego de cuatro días de horribles torturas, sus
extremidades fueron amarradas a 4 caballos hasta descuartizarlo. Bartolina
debió presenciarlo. Igual que a Tupac Amaru II, las partes de su cuerpo fueron
repartidas y exhibidas por varios lugares para que sirviera de “escarmiento a
los indios rebeldes”.
La sentencia dijo: “Ni al rey ni al estado conviene
que quede semilla, o raza de éste o de todo Túpaj Amaru y Túpaj Katari por el
mucho ruido e impresión que este maldito nombre ha hecho en los naturales…”
Luego muchas voces indígenas comenzaron a repetir que
las últimas palabras de Túpaj Katari fueron: “¡Yo muero hoy, pero volveré hecho
millones…!”. Siglos después el irlandés Ben Kane se apropiaría de esa frase
para ponerla en boca de su héroe, el gladiador Espartaco.
Después de casi un año de encierro, a sufrimiento
diario, aun buscando que ella vendiera a los suyos, al amanecer del 5 de
septiembre de 1782 fue ejecutada la guerrera y virreina india. Le amarraron los
brazos, le ataron una soga al cuello y ésta a la cola de un caballo. Mientras
era arrastrada, desde el cuartel a la Plaza Mayor, un pregonero leía la
sentencia al repique de tambores.
Luego, el cuerpo desnudo y destrozado, fue montado en
un burro y paseado. Se le descuartizó y sus partes fueron llevadas y expuestas
“donde estaba acampada y presidía sus juntas sediciosas […] para el escarmiento
público”. Una de sus piernas fue enviada hasta una comunidad que hoy es parte
de Perú.
Los españoles debían acabarla
así, pues como había dicho la sentencia contra su esposo y la de Túpaj Amaru
II: “de lo contrario, quedaría un fermento perpetuo…”
Y quedó. En el Segundo Encuentro
de Organizaciones y Movimientos de América, reunido el 5 de septiembre de 1983
en Tihuanacu, Bolivia, se instituyó el Día Internacional de la Mujer Indígena
en honor de la heroína Bartolina.
Me inclino ante la dignidad, la valentía y la fuerza moral de estos símbolos de la lucha insurreccional ante el avasallamiento, deshumanización, explotación y expoliación de la vil Corona española y la Iglesia Católica. ¡Gloria eterna a Túpàc Katari, a la virreina Generala Bartolina Sisa, así como a su antecesor Tupac Amaru II, su esposa Rafaela Bastidas y sus respectivas familias que también fueron objeto del ensañamiento de los Saqueadores de América! ¡Memoria perpetua a todos los indígenas americanos exterminados por un poder colonial extranjero y asesino!
ResponderEliminar¡Gloria eterna a Tupac Katari, la Virreina-Generala Bartolina Sisa, así como a sus compañeros Tupac Amaru II y su esposa y combatiente Rafaela Bastidas y a todos los indígenas americanos muertos por las infames armas españolas acompañadas de la cruz!
ResponderEliminarJallallakipan jilatanaka kullakanaka ma suma aruntawi takenitaki kutt'asinktan waranka warankanakaw....
ResponderEliminarLa wiphala fue inventada en los años 1940, por los KARAS. Tupac Katari jamas la conocio ni la invento es todo un fraude. Siquieren usar una bandera los aymaras que usuen la ununcha o alguna bandera blanca https://medium.com/@mmerino/el-fraude-historico-de-la-bandera-indigena-1e1bee064f3b
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